Audios MUJERES CON HISTORIA

sábado, 21 de febrero de 2009

Las Rivales





Había una vez…dos mujeres que conquistaron el mundo, su propio mundo.

 

Sin dinero, pero con mucha ambición, Elizabeth Arden y Helena Rubinstein construyeron imperios multimillonarios, en una época en que maquillarse era más que lujurioso.

Ambas hicieron de la belleza una necesidad primaria. Nacieron en la misma época y se parecían, en las miradas desafiantes, en la vitalidad, en una capacidad de trabajo extraordinaria.

Durante seis décadas combatieron como verdaderas gladiadoras, aunque nunca se conocieron. Rivales en temperamento y en cremas, sólo se vieron una  vez… y desde lejos, pero el odio entre ambas era a muerte.

Ambas llegaron a New York en la primera década del siglo XX y venían, según Lindy Woodhead (1) de  ambientes donde “un baño era un lujo del sábado por la noche para ir a la iglesia el domingo” y el cabello se lavaba, con suerte, una vez al mes.

De la polaca Helena Rubinstein se dice que era mentirosa, mandona, tiránica, avara y obsesiva. Y a Elizabeth Arden, la canadiense, la trataron de hipocondríaca, paranoica, cleptómana y violenta con los empleados. Lo indudable es que las Rivales consiguieron el poder en una época en que las mujeres no eran respetadas y construyeron sus negocios globales en el seno de una sociedad machista.

Nunca maquillaron su animadversión y mientras sus salones se extendían por el mundo –París, Londres, Milán, Toronto- también crecía la obsesión por derrotar a la rival y hasta se robaban a los mejores empleados.

Ambas inventaron todo, aún hoy no existe producto en el mercado sin relación con alguna de las dos, como los maquillajes a prueba de agua o los productos con protección solar.

Elizabeth y Helena se casaron y  divorciaron dos veces, pero ningún hombre fue tan  importante para ellas como el trabajo. Estas rivales dejaron a sus respectivas sobrinas, 500 y 100 millones de dólares… y sus amadas empresas que manejaron hasta el último día de sus vidas.

Por su parte y a la tumba,  las bravas mujeres se llevaron una profunda soledad, esa que encontraron en la cima del mundo.