La Grande
Cuando los regimientos de la Guardia Imperial Rusa vieron aparecer a esa mujer montada en un corcel y vestida con uniforme militar, confirmaron la noticia con alivio: Rusia tenía una nueva Zarina: CATALINA II
La sublevación había sido planeada por la nobleza y el clero, y ejecutada en forma limpia y eficaz por Gregorio Orlov y sus hermanos, ni una gota de sangre rusa se había derramado. Pedro III había cometido su último error. Había dejado a su esposa sola en el centro del poder, San Petersburgo, mientras festejaba con sus amigos prusianos en la residencia veraniega de Oranienbaum. Sumergido en una de sus habituales borracheras, apenas intentó reaccionar cuando fue detenido y obligado a abdicar. En el largo camino hasta la fortaleza de Ropsha –su cárcel- Pedro debió recordar a la tímida Figchen estudiando ruso, abrazando la fe ortodoxa, cultivando amistad con la nobleza, contentando a todos. La inocente princesita había planeado su Golpe durante ¡18 años!. Pero no tuvo demasiado tiempo para pensar. A los seis meses de su coronación y tres días después de su deposición, Pedro apareció estrangulado y uno de los hermanos Orlov fue sospechoso del crimen. Un rumor no confirmado acusó a Catalina de instigar la muerte de su esposo, pero todo quedó en rumores y muchos historiadores no creen que ella formara parte de ese crimen.
En 1762 y a la edad de 33 años la culta, políglota y audaz Catalina tomó la dirección del imperio “para la defensa de la ortodoxia y la gloria de Rusia”, y estaba dispuesta a transformar profundamente las estructuras administrativas y productivas con las tendencias del despotismo ilustrado.
Es difícil saber qué le prometió Catalina a Gregorio Orlov, a cambio de su ayuda para obtener el trono, pero lo cierto es que nunca se casó con su brioso amante, a pesar de que tuvo dos hijos con él. Y después de una década prestando servicios a la zarina el desgastado amante fue despachado con grandes riquezas.
Durante los 34 años que duró su reinado Catalina se ganó el respeto de la mayoría de los gobernantes europeos y de los intelectuales de la época. Incluso gracias a su influencia se impuso como rey de Polonia a su antiguo amante Estanislao Poniatowski.
La astuta Zarina, consciente de la dudosa legitimidad de su poder se apoyó en la aristocracia terrateniente rusa para desarrollar su programa de reformas liberalizadoras y racionalistas. Y por supuesto pagó este respaldo manteniendo no sólo los antiguos privilegios de la nobleza, sino reforzando su poder sobre los siervos. Pero estas concesiones también le permitieron por otra parte, secularizar los bienes de la Iglesia en 1764. La economía rusa creció considerablemente durante su gobierno gracias a las medidas liberalizadoras del comercio y la industria y a la política inmigratoria que favorecía la colonización agrícola. Promulgó un Código de Instrucción donde se recogieron los postulados iluministas, se atendió la reforma educativa con escuelas primarias y secundarias para toda la población, incluyendo a las niñas y trató de europeizar el país, siguiendo los pasos de Pedro el Grande. Durante el reinado de Catalina el Imperio ruso se extendió enormemente; gracias a dos guerras contra el Imperio otomano y la anexión de Crimea, se logró controlar la costa norte del mar Negro y aumentó el control ruso sobre Polonia y Lituania.
Luego llegaría el bello y virtuoso Alexis Lanskoi, favorito y querido hasta por los criados de la corte. A su muerte –adjudicada al celoso Potemkin- le sucedió Alexis Ermolov, quien solo gozó de los favores de Catalina por un año, porque a Gregorio Potemkin le caía muy mal. Fue suplantado entonces por el muy joven Alexis Mamonov, quien terminó abandonando a la emperatriz por una joven princesa. Catalina sin rencores, le regaló una excelente boda, cuantiosos obsequios y despidió a los desposados con alegría.
El último de los amantes conocidos fue un hermoso teniente de caballería llamado Platón Zubov, quien duró en su posición de privilegio, hasta el 5 de Noviembre de 1796, cuando el joven y toda Rusia lloró la muerte de la más Grande.
No es fácil ser mujer en un mundo pensado para hombres, decía Catalina, pero ella llegó tan lejos como se lo propuso. Había aprendido a sobrevivir, a creer en sí misma cuando nadie más lo hacía y también había aprendido del enemigo, el más eficaz de los maestros.
Susana Peiró
Catalina II, Emperatriz de todas las Rusias...para escuchar.
Fuentes
Catalina La Grande: Emperatriz de Rusia, Erickson, Carolly
Catalina La Grande: Emperatriz de todas las Rusias, Fernando Díaz Plaja.
Catalina La Grande, Henry Troyat
Catalina de Rusia, Paul Mourousy
Wikipedia
Imágenes: Internet Google