Había una vez, en el lejano reino de Coatzacoalcos…una
noble niña, que muy pronto fue separada de su familia y cedida como esclava a
los vencedores de la guerra, como era la tradición.
Los nuevos amos estaban encantados. La pequeñita no sólo era bella e
inteligente, también hablaba con fluidez el náhuatl y cuando aprendió la lengua
maya, se convirtió en un pequeño tesoro para los caciques de Tabasco.
Fue por eso que el 15 de marzo de 1519, Malintzin o Malinche, formó parte del tributo cedido a un Gran Ganador: Don Hernán Cortés. El español, recién llegado al Valle de México, había vencido a los tabasqueños en la llamada “Batalla de Centla” (victoria lograda gracias al espanto que produjeron los caballos, desconocidos por esas tierras) y recibió a la joven junto con otras 19 mujeres, algunas piezas de oro y un juego de mantas.
Como buen católico, Cortés inmediatamente bautizó a su esclava, le impuso el nombre de Marina y en un gesto de generosidad se la regaló a uno de sus capitanes, Alonso Hernández Portocarrero, aunque tiempo después se arrepintió y la trajo de nuevo con él.
Doña Marina –como fue apodada por los conquistadores- volvió a dar
muestras de sus habilidades lingüísticas
y aprendió velozmente el español. Ese talento la condenaría para
siempre. Cortés tuvo entonces no sólo una “querida” de lujo, también una de las
más poderosas herramientas de la conquista de
Malintzin-Malinche-Marina facilitó la comunicación entre su amo y muchos de los líderes indígenas y asesoró sobre las costumbres sociales y militares de los nativos, estaba convencida de que el diálogo evitaría la masacre. Y por supuesto, fue gran protagonista en el encuentro inicial entre Cortés y Moctezuma, el huey tlatoani, el Emperador Azteca.
Muchas leyendas han trascendido acerca de esta mujer, que sólo conoció la esclavitud a lo largo de su vida. Algunos autores hablan de una supuesta historia de amor con Cortés, algo muy poco probable porque el mismo hombre la había regalado a su capitán y cuando terminó la conquista y a modo de profundo reconocimiento, la casó con otro de sus capitanes, Juan Jaramillo. Las relaciones humanas en el siglo XVI, sobre todo en esas tierras “lejos del mundo civilizado” y con los nativos, eran distintas, por decirlo suavemente.
Susana
Peiró.
(1) Hernán Cortés también tuvo otro
intérprete: el diácono Jerónimo de Aguilar.
(2) Martín Cortés es considerado el primer mestizo de
relevancia histórica.
Y debido a que el niño era primogénito,
ilegítimo –aunque bautizado- el padre le daría el mismo nombre a su otro hijo,
el legítimo, fruto de su unión con Juana de Zúñiga.
Nota
Personal: Algunos historiadores y escritores en general, consideran que Malinche creyó que Hernán
Cortés pondría fin a los “terribles sacrificios humanos de la religión azteca”
y esa sería la razón por la que colaboró con la causa española. Es necesario
destacar que los mexicas eran profundamente religiosos y no cuestionaban a sus
dioses ni su crueldad, por lo que esta suposición es bastante improbable.
Lectura
“muy” recomendada: “El Corazón de Piedra Verde” de Salvador de Madariaga.
Fuentes:
.
Wikipedia
. El Corazón de Piedra Verde. Salvador de Madariaga