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viernes, 11 de junio de 2010

Nannarella


Déjamelas todas. No me quites una sola arruga. He tardado una vida para ganármelas”

(De Anna Magnani al maquillador, antes del rodaje)




Anna Magnani dio la cara. Una cara con ojeras insomnes y ojos inflamados de sentimientos y fuerza arrolladora. Cara latina, de Mamma, de esposa, de amante, de puttana…Cara de Mujer.


Nadie sabe a ciencia cierta si fue actriz o simplemente se dedicó a interpretarse y reinterpretarse  a sí misma durante toda su carrera, pero es lo de menos. Magnani irrumpía en escena y se convertía en una Pina sola, vulnerable  y desesperada que corría detrás del camión de la Gestapo que llevaba a su amado, de “Roma, Ciudad Abierta”.
 

Y era la afligida viuda Serafina de “La Rosa Tatuada” o la prostituta que soñaba dar una vida respetable a su hijo en “Mamma Roma”; la “Medea” que prendía fuego al teatro, la sufrida esposa Rosa en “El Secreto de Santa Vittoria” o la inolvidable madre de “Bellísima”.



Nannarella –como la bautizaron sus fans - no necesitó parecer para “ser”. Y tampoco una belleza perfecta para desplegar sensualidad. Le bastaron esa mirada encendida,  los cabellos revueltos, su voz y temperamento…


¿Qué “vemos” cuando vemos a Anna Magnani? ¿El mito del cine italiano? ¿la leyenda? Sí, pero también y quizás, una Mujer sin cirugías a quien el tiempo no avergonzó, con labios reales que gritan, murmuran y besan, una nariz irregular, ojos grandes, pelo negro, dolor, gozo, Roma, neorrealismo, tragedia, arrebatos viscerales, pasión…passione.  




















Nota: Los rostros son un documento único en el que la vida deja testimonio. Amores –soñados, encontrados, perdidos- hijos, amigos, ambiciones, alegrías y sinsabores quedan “escritos” también en esas arrugas que hoy se desprecian. En el siguiente video: “Il corpo delle donne” (El Cuerpo de las Mujeres) un reflexivo material sobre las imágenes femeninas actuales en las pantallas de televisión.




Anna Magnani – Sito ufficiale
* Enlaces: Wikipedia
* Imágenes: Internet



Google

miércoles, 3 de diciembre de 2008

“The Great American Love Goddess"





Ella supo desnudarse…sin desvestirse. De hecho sólo le bastó quitarse muy lentamente  los guantes para desatar una tormenta de sensualidad en los espectadores. Y también un escándalo, cuando la Iglesia desaprobó la escena y  consideró como “gravemente peligroso” su “osado strip tease del brazo” en Gilda.

Si a la tímida e introvertida Margarita Cansino le hubieran avisado que se convertiría en una leyenda de Hollywood, no lo hubiera creído. Tenía el tipo latino –que por entonces no estaba de moda- cabellos negros, frente angosta, naríz ancha y estaba excedida de peso. Eso sí, bailaba como una diosa.

Cuando un cazatalentos la descubrió, los directores de Columbia Pictures la obligaron a adelgazar, a practicarse una rinoplastia y lo más doloroso, las sesiones de electrólisis para ampliarle la frente. Luego le tiñeron el pelo de negro a castaño y más adelante a pelirrojo y voilá…había nacido la estrella más brillante de la época dorada del cine americano, la bomba erótica: Rita Hayworth.

La “puesta a punto” estética, desde luego no fue todo. Su enorme talento artístico y esas cualidades como bailarina (que eclipsarían al mítico Fred Astaire) la llevaron desde papeles secundarios hasta “Blood and Sand“(Sangre y Arena), la película que significó su lanzamiento como sex simbol indiscutible de las décadas cuarenta y cincuenta. El despegue de su carrera y  su fama como “The Great American Love Goddess” coincidió con el inicio de la II Guerra Mundial y los soldados la convirtieron en una de las “pin up girls” más populares de la historia. Pero fue al terminar la guerra cuando Rita conseguiría el inmortal papel en “Gilda” y al son de “Put the Blame on Mame” y luego de intercambiar un par de bofetones de ida y vuelta con Glenn Ford, la mujer fatal marcaría la vida de Hayworth.

Su célebre imagen tapizó casilleros,  barracones, submarinos y estuvo pintada en el avión que lanzó la bomba nuclear en un ensayo sobre las islas Bikini, algo que indignó a la pacifista actriz. Rita se casó cinco veces: la primera con Edward Judson, quien la lanzó al estrellato, y también con Orson Welles, con el actor Dick Haymes y con James Hill. Pero su matrimonio más glamoroso fue con el príncipe Ali Kahn, un sibarita, seductor y descendiente directo de Fátima, la hija de Mahoma. Este Príncipe Azul le dio a la plebeya neoyorquina, una boda en la costa azul francesa, una hija, marfil, oro, perlas y las infidelidades que terminaron en divorcio. También la convirtió en la primera actriz en ser princesa,  antes que Grace Kelly.


“Los hombres se enamoran de Gilda y se acuestan con Gilda... y al día siguiente se despiertan conmigo”.

La diosa del amor ciertamente fue –en sus palabras- “un producto de la máquina infernal de Hollywood”,  la mujer más deseada de su época y una de las bellezas más deslumbrantes… aunque los hombres de su vida no la hicieron feliz. Finalmente el penoso Alzheimer barrió con todos sus recuerdos, buenos y malos y murió el 14 de mayo de 1987, a los 68 años.

Pero la  memoria colectiva sin embargo, no olvida a la Pelirroja, a Salomé, La Dama de Shangai, y sobre todo a Gilda con el cabello rizado, la voz insinuante, el vestido negro y...  aquel guante. 




Enlaces: Wikipedia
Imagen: Internet Google

domingo, 28 de septiembre de 2008

As Time Goes By


 Él, cínico, solitario, duro, en el fondo, un sentimental. Ella, hermosa, atormentada, dubitativa: Casablanca (1942) obra maestra del romanticismo y llena de secuencias y frases inolvidables, convirtió a Ingrid Bergman en una estrella de Hollywood.

Con un rostro de virgen dolida y la mirada profunda y asustada, la actriz representó por mucho tiempo la imagen de “la perfecta mujer casada”. Dicen que sólo Hitchcock se animó a explorar ese lado sensual de unas facciones que prometían tanto placer como dolor.



La maravillosa Ingrid Bergman había nacido un 29 de agosto de 1915 en Estocolmo, Suecia, y sólo tardó veinticuatro años en llegar a Estados Unidos, destino de muchas de las actrices del período de entreguerras. Después de varias representaciones teatrales y películas en su país de origen, se estableció en Hollywood con su esposo Peter Lindstrom y su hija Pía. En los primeros años de la década de los cuarenta, protagonizaría películas como “Intermezzo” “Dr. Jekyll y Mr. Hyde” “Adam Had Four Sons” “Rage in Heaven”…hasta que llegó Casablanca y su lanzamiento definitivo al superestrellato.

Mientras los éxitos se sucedían –“¿Por quien doblan las campanas?” “La Exótica” “Encadenados” y ganaba su primer Oscar por “Luz de Gas”… el público norteamericano la idealizaba. Pero un tremendo escándalo cambiaría esa imagen de esposa fiel.

En 1949, época del neorrealismo italiano, un director llamado Roberto Rossellini era admirado, sobre todo por su película “Roma, ciudad abierta” e Ingrid Bergman, fascinada pidió expresamente trabajar con él.

 "Querido señor Rossellini: he visto sus films Roma, ciudad abierta y Paisá y me han gustado mucho. Si necesita una actriz sueca que habla muy bien el inglés, que no ha olvidado el alemán, que puede hacerse comprender en francés y que en italiano solo sabe decir ti amo, estoy decidida a venir a trabajar con usted".

Y no sólo trabajaron juntos, ¡se enamoraron como locos! Y ambos olvidaron que estaban casados. Ingrid quedó embarazada, terminó abandonando a su esposo y se marchó a Italia para casarse con Rossellini. La  sociedad estadounidense la llamó “Ladrona de hombres, madre indigna y ser despreciable”.

Bergman fue demonizada como promotora del “amor libre”, pero siguió con su romance, fue madre de dos mellizas y con el tiempo se separó de Rossellini y se casó con un productor sueco. Siguió trabajando, ganó un total de tres Oscar e innumerables premios y cumplió su gran ilusión de interpretar a Juana de Arco, una figura que para ella representaba un icono fundamental en su vida.

Murió un 29 de agosto de 1982 a los 67 años, el mismo día y mes en el que nació.

Para muchos, Ingrid Bergman seguirá viva, “a medida que pase el tiempo”. Es una inmortal Ilsa mirando apasionadamente a Rick, el hombre que ama, en una despedida eterna… mientras parte con su marido, el hombre que admira.







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lunes, 28 de julio de 2008

THE BAD BLONDE: Mae West


Mae West lo tenía claro: si “las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes”,
 ella no tendría más remedio que convertirse en… una chica mala.



Había una vez un país que no aceptaba pecados y la moral del pueblo era custodiada con abnegación. Y precisamente en su seno, en un barrio de clase media de Queens, Nueva York, nació una mujer que despertaría las iras de la Legión Católica de la Decencia,  desafiaría el código Hays, y sería tildada de “monstruo de lascivia” y “amenaza para la Sagrada Institución de la familia norteamericana”, su nombre: Mary Jane West.



“Escribí esa historia yo misma. Era acerca de una chica que perdió su reputación y nunca la echó de menos”.



La reina de la comedia inteligente americana no conoció tabúes ni mesura. Su vocabulario era rápido, afilado, y para muchos fue un Groucho Marx con faldas, plumas y escotes.

Mae West, actriz, dramaturga y símbolo sexual en la América de los años 30 fue una maestra del doble sentido. No había nadie como ella: escribía sus propios guiones, escandalizaba, defendía los derechos de los homosexuales  (cuando todavía no era políticamente correcto) se convertía en un mito erótico y sobre todo, era una “self made woman”, como nunca antes se había visto.



¿Para qué casarse y hacer sufrir a un hombre cuando se puede hacer felices a muchos?



Cuando terminaban los locos años 20, Mae tuvo su primer éxito en Broadway: “Sex”, escrito, dirigido y protagonizado por ella misma y terminó en la cárcel bajo el cargo de obscenidad. Sexy, provocativa, insolente, dueña de una lengua viperina y muy inteligente, no necesitó de los recursos de una Sharon Stone ó Demi Moore, para vender sexo, le bastaba y sobraba con su agilidad mental y ese desparpajo que la adelantó a su tiempo.



“¿Eso que tienes en el bolsillo es una pistola o es que estás contento de verme?”

Preguntó Mae a Cary Grant.



Las curvas de Mae West inspiraron el dibujo animado Betty Boop, los chalecos salvavidas del ejército de Estados Unidos fueron bautizados con su nombre, Salvador Dalí convirtió su rostro de uno de los iconos eternos de la historia del arte y a partir de los años 70 fue un personaje referencial para gays, feministas, y más adelante, para la cultura de las Drag queens.



El universo de Mae, donde todo se movía al ritmo del jazz y se diluía entre el humo y los escotes de vodevil, se apagó en 1980. A los 87 años la rubia mala de Hollywood seguía afirmando “Cuando soy buena, soy muy buena, pero cuando soy mala, soy mejor”.










Fuente y enlaces: Wikipedia
Imágenes: Internet 
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