París era una fiesta
Elizabeth Hadley era sobria, modesta, algo tímida. Sólo parecía liberarse de sus estrictos modales victorianos cuando interpretaba en el piano a Rachmaninoff o cuando escuchaba los piropos subidos de tono de su novio, un guapísimo y novato periodista que deliraba con ser escritor.
Ella tenía casi treinta años cuando se casaron y él, veintidós. Era setiembre de 1921 y dos meses después la joven pareja estaba en París.
Por un buen tiempo vivieron en un miserable cuarto en el último piso del hotel donde murió Verlaine, tiritando frente a una mezquina chimenea con haces de leña húmeda. Hemingway había logrado que el Toronto Star lo nombrara corresponsal en el extranjero y aunque el dinero apenas alcanzaba para sobrevivir ¿a quién le importaba? Eran “muy pobres y muy felices”(2) y la fiesta recién comenzaba.
En esa época faltaba de todo: prosa, amigos, dinero, comida…eso sí, había mucha Hadley. La pelirroja era de fierro, ningún obstáculo era demasiado grande para lograr que Tatie se convirtiera en un gran escritor, ni siquiera el hambre(3) Cuando los estómagos enamorados se quejaban, ella solía entretener a un policía en la plaza mientras su marido torcía el pescuezo a las palomas y solucionaba la cena.
Con el tiempo comenzaron a llegar personajes fundamentales a la vida de los Hemingway: Sylvia Beach, la legendaria propietaria de la biblioteca Shakespeare and Company, que guió la buena lectura y prestó innumerables libros al aprendiz de escritor; Gertrude Stein con sus consejos y relaciones en el mundo editorial; los artistas extranjeros y escritores del barrio de Montparnasse, la génération perdue; Scott Fizgerald y Zelda, el poeta Ezra Pound, Picasso, Miró… Tatie aprendía de todo y de todos y no paraba de escribir.
¿Hadley? A duras penas le seguía el tranco. Para peor y en un viaje a Ginebra –mientras el marido cubría una conferencia de paz- fue víctima de un robo en la Gare de Lyon y una valija repleta de los manuscritos y la novela en curso de su cónyuge, se perdieron para siempre. No sería su único traspié. Al poco tiempo fallarían las píldoras anticonceptivas y quedaría embarazada del bello Bumby.
Mientras la carrera de Hemingway despegaba entre viajes, juergas, amigos, excesos y alcohol, Hadley comenzó a quedar atrás. Aún era la amiga y confidente, el bastión seguro, el refugio por las noches, la paz; pero todo esto también se deslucía tan aceleradamente como su matrimonio y ella misma. Su figura se opacaba al lado de las mujeres que rodeaban a su marido. Chicas independientes con una batería inagotable de frases agudas e inteligentes, seguras con sus melenitas a la moda y trajes brillantes como la distinguida y chic Pauline Pfeiffer. Demasiado contraste entre ellas y su carácter reservado. Ni qué hablar de sus gastados vestidos.
Tatie comenzó a irse un poco cada día, primero fueron sus ojos y atención y luego, el resto del hombre y el escritor. Hadley no intentó retenerlo “luchar por un amor que ya se ha ido es como tratar de vivir en las ruinas de una ciudad perdida” confesó alguna vez.
El matrimonio se desintegró mientras Hemingway escribía The Sun Also Rises, novela que le dedicó a su esposa e hijo, en pleno romance con la periodista de Vogue, que se convertiría en su segunda esposa. En el tiempo Hadley encontraría un nuevo amor en el escritor Paul Mowrer, ganador del Pulitzer y ella y Hem se verían brevemente sólo una vez más.
Muchas botellas vacías después y en los últimos años de su vida, el Nobel de Literatura se dedicó a escribir y corregir con toda pulcritud “Paris era una fiesta”. En este pequeño libro –sus memorias desde 1921 a 1926- “Papa” el hombre de barba blanca, regresó a su pasado para encontrarse con una mágica invocación “¿Aprendiste algo hoy, Tatie?”(4). Y acarició a su Hadley por última vez.
2. 4.y 5: De “A Moveable Feast” (“París era una fiesta”)
3. “El hambre es una buena disciplina, y enseña mucho." Hemingway
Fuentes:
. Broer, Lawrence R. Holland, Gloria. Hemingway and Women: Female Critics and the Female Voice.University of Alabama Press, 2002.
. Kert, Bernice. The Hemingway Women. WW Norton, 1999
. Hemingway, Ernest. A Moveable Feast. Simon and Schuster, 2009
. Griffin, Peter. Along with Youth: Hemingway, the Early Year. Oxford University Press, 1987.
. Bloom, Harold. Ernest Hemingway. Infobase Publishing, 1999. Pág. 12
- Hemingway, Ernest. El viejo y el mar. Andres Bello, 1969
Imágenes: propias. Google
El último día de setiembre y con el último gong: ¡hemos regresado! Gracias por todos los mensajitos y correos y por animar esta vuelta al blog ¡los extrañé mucho! Mi abrazo para todos.
ResponderEliminarBienvenida, querida Susana!!! A esta, tú casa y la de todos los que, aprendimos a leerte, (muchas veces sin efectuar comentario alguno sobre cada perla que publicas), apreciarte, respetarte y más aún, valorarte en el sentido más amplio de la palabra. Gracias por volver!!! También te hemos extrañado mucho. Con el cariño de siempre, te envío un gran abrazo y un beso enorme!
ResponderEliminarPreciosa entrada. No me resulta muy simpática la impostada figura de este genio, incluso sus novelas me parecen flojas, aunque sus relatos breves son magníficos, y su vida, lamentable
ResponderEliminarUna buena entrada para mantenernos de nuevo la atención. Estos "dementes" psicológicos no pueden mantener feliz a nadie a su lado; al menos, a nadie que pretenda que se le preste un poco de atención o que realmente esté preparado para que el ególatra gire la cabeza cada vez que la pareja le de a la campanilla y capte su atención, como ocurría con Hitler y Eva.
ResponderEliminarBueno, ahí te dejo tu cafelito, compañera. Un abrazo y bienvenida.
Me alegro mucho de verte amiga... Ay, que complicados son, en el terreno de los sentimientos, algunos "grandes" hombres y "grandes" mujeres...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Es una alegría recibirte de nuevo en casa Susana y con una historia tan interesante como ilustrativa, ha sido un verdadero placer volver a leerte y de nuevo me quito el sombrero y te dejo mi aplauso, me ha encantado volve a disfrutar tus historias, tus mujeres y todo lo que rodea a tus personajes. En concreto este personaje tan cercano al gran escritor en el que se nos muestra la mujer que le acompañó en los momentos duros del comienzo, después como ocurre tantas veces, el olvido.Deseandito de encontras la siguiente "Mujer con Historia".
ResponderEliminarDe nuevo, bienvenida y mi cariño. Besicos grandotes a mogollón, guapa.
Ya se te extrañaba querida Susana. Me alegra ver de nuevo luz en tu casita de grandes mujeres...
ResponderEliminarLa de hoy es la típica sombra que acompaña a los grandes atormentados artistas. No quiero denominarlos "dementes psicológicos" como CensurasigloXXI; pero algo de incongruencia existe entre sus entregas y necesidades amatorias. Al parecer, buscar el sentido de la vida y no encontrarlo en su interior, los aleja de lo externo. Me quedo con la agudeza del autor de "Por quién doblan las campanas".
Abrazos querida Susana y bienvenida seas amiga.
Ríos de tinta corrieron, amores llegaron y partieron, pero el primero, el que mordió con él las penurias y las ilusiones de un futuro mejor, la que compartió experiencias de vida, puede que no pudiera con esa figura de las letras, su genio y el universo del escritor, pero hasta los más grandes vuelven a los recuerdos más amables, aquella que se convirtió en una espectadora de todo aquella que empezaba a girar en torno a Hemingway seguro fue dulce bálsamo en su memoria.
ResponderEliminarBienvenida a otra temporada de Mujeres con Historia su fiel admiradora.
Abrazos querida amiga.
Alegrias de alegrias que hayas regresado Su. Se ha extrañado tu presencia, y alegra que hayas vuelto con tus historias maravillosas.
ResponderEliminarLa primera señora Hem no tendria una brillante personalidad, pero como dices las mujeres de fierro no suelen ser las mas valoradas ... hasta que el ex triunfador de nuevo se encuentra en la malaria y necesita una ayudita.
Besos de mi equipo de investigaciones: Lizzie y Xing Xing. Alyx
Cómo me gusta tenerte de vuelta, linda.
ResponderEliminarLeerte siempre es un gustazo.
Ese librito, es una joya. Se descubrió tarde. Pero merecía la pena.
Algún día tendrías que hacerle una entrada a G.Stein... otra de las grandes.
Y bueno tanto Papa como Picasso, y tantos otros genios que deambularon por esas buhardillas en aquel mismo momento, como ellas también que las hubo, vivieron aquella Fiesta.
Cuando salen mujeriegos, no hay nada que hacer, ya sean artistas o no.
Un beso enorme, preciosa.
Y gracias, siempre.
Dicen que cuando mas loco es el toro, mas vacas consigue.
ResponderEliminarSusana !qué alegría volver a leerte! Aquí me tienes de nuevo en tu cueva de los portentos y las mujeres rescatadas.
ResponderEliminarNo están hechos para amar esos "genios", esos machos como toros sueltos, están hechos para sí mismo y consumen, devoran, fagocitan a su favor todo lo que encuentran, vivir desbocado hasta llegar al revolver del silencio.
Un beso así de grande, alto hasta las estrellas.
¡Ay Susana! Me quedé con la intriga acerca de cómo continuó la historia.
ResponderEliminar¿Qué tal la Helhorn y la Welsh? Por las fotos elijo a las dos primeras.
Me gustó la idea de reunir las historias para ver lo que tenían en común.
Gracias por estas perlas.